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martes, 28 de agosto de 2012

Pierre et Gilles, sailors & sea


Aunque la primer obra de Pierre et Gilles data de hace casi tres décadas, durante este periodo no se aprecia ningún cambio estilístico radical, algo realmente digno de mención. Sus estrategias formales parecen haber encontrado su espacio natural en los años setenta del siglo XX algo que la imagen icónica "Adam et Ève" (1981) no puede sino confirmar, lo mismo cabe decir de su inmutable técnica, en la que parecen sentirse tan cómodos: Pierre hace fotografías y Giilles las colorea. El impacto de la tecnología de la información no ha tenido el mínimo efecto en una obra que se ha mantenido alejada de las facilidades del retoque digital o de las posibilidades de duplicación que ofrece la información. Las nuevas imágenes se suceden a un ritmo constante, sin prisa y, junto con las antiguas, conforman un corpus homogéneo desde el punto de vista estilístico y formal. En su caso, nunca ha habido una "época rosa" seguida de una "época azul" ; Y en ese flujo continuo resulta imposible trazar una sucesión de temas distintos, en la que cada uno de estos nacería de una de una decisión arbitraria e inspiraría un punto de seducción o compulsión en la fantasía del espectador. Al contrario, la sofisticación y la complejidad de su imaginación giran en torno a un amplio repertorio de temas atemporales que a menudo están íntimamente ligados: el amor, la muerte, la mitología y la religión. Las imágenes que nos proponen son "instantáneas" de una escena construidas meticulosamente y fruto de una prolongada meditación. Así no debería de sorprendernos que el mar desempeñe un papel tan relevante en su arte, un papel que resume el potencial romántico de sus temas. Sus imágenes, tanto la más antigua como las más arecientes, están pobladas por una extravagante serie de marineros. Las imágenes de Pierre et Giilles permiten al espectador dejarse llevar a la deriva por las corrientes de la ensoñación, imágenes recurrentes que provienen de fuentes privilegiadas como "Querelle de Brest" de Jean Gene; su adaptación cinematográfica, firmada por Rainer Werner Fassbinder (1982) y "20.000 leguas de viaje submarino" de Verne. Esta última novela inspiró una de sus propuestas más recientes, "Capitaine Nemo" (2004) con su recreación del submarino Nautilus. Roland Barthes dice al respecto: "El barco puede simbolizar la partida y a un nivel más profundo, funciona como el emblema del enclaustramiento. Tener inclinación por los barcos siempre implica la alegría de encerrarse por completo en un entorno en el que se tenga a mano el mayor número posible de objetos... El Nautilus es la madriguera más deseable: la felicidad de estar encerrado alcanza su paroxismo cuando desde lo más profundo de este recogimiento perfecto es posible observar a través de una enorme escotilla la inmensidad del agua que hay al otro lado de manera que se consigue definir en una única imagen el interior mediante su opuesto".
Las imágenes de Pierre et Gilles se crean en un estudio situado en el sótano de su casa, con lo que se logra inferir vida física en los confines del espacio en el que posan los modelos, el batiscafo sobre el que disertaba Barhes constituye una extraña metáfora de este tema: rodeado de una enorme cantidad de elementos iconográficos cuidadosamente recopilados, el protagonista se ve confinado en un interior en el que el contrario define el mundo exterior.

El marinero al igual que el espectador, debe estar preparado para la aventura. Debe considerar con sangre fría la posibilidad de una naufragio y la corporalidad azarosa de los encuentros que se produzcan durante las escalas. Es una ficción que no destila únicamente crueldad sino también liberación:  La vida del marinero combina la resignación y la nostalgia por lo que ha abandonado con la promesa de lo que puede descubrir al final del viaje. Comparte su soledad con criaturas inesperadas que conjugan la belleza con la crueldad.
En la trayectoria de Pierre et Gilles, la figura del marinero desempeña otra función clara: es reflejo del espectador, que debe aventurarse en la apreciación de la obra de arte sin ninguna garantía de llegar a buen puerto ni certeza alguna de alcanzar la distante orilla, viajando con la convicción de que el viaje es el objetivo. 


“Le Petit Communiste Christophe” Pierre et Gilles

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