La Escuela Mexicana es uno de los movimientos más representativos del arte universal del siglo pasado. Tiene su origen en la persistente lucha de nuestro artistas por hacerse de una expresión propia de alcance internacional, a través de valores y rasgos culturales primitivos de México como nación independiente y soberana.
No son pocas las corrientes que se funden en esta escuela. Una de las más significativas es la que se reconoció como estética socialista: una concepción que agrupaba las diversas versiones que en México conocieron el marxismo-leninismo (la lucha de clases), la democracia cristiana (la convivencia entre la clase empresarial y la obrera) y el socialismo utópico (el bienestar de todos, incluso el de la clase dominante). Lo que en la práctica política no realizaron los entusiastas de las diversas tendencias socialistas, los artistas mexicanos lo lograron a través de sus obras plásticas. No sólo es una premisa alrededor del arte. También trata de una propuesta social cuando revela de modo realista los problemas que padecen los habitantes de determinado territorio en su vida cotidiana. Al identificarse con los que se sufren en otras naciones, se hermana en la promoción de la justicia social, la igualdad y la libertad.
El socialismo alimentó las ilusiones del movimiento obrero decimonónico y articuló muchas de las ideas latentes en las luchas políticas de las primeras décadas del siglo XX, desde la Revolución Mexicana hasta la Revolución bolchevique en Rusia, la República española de los años treinta y la China de Mao. En México, el socialismo se acogió con particularidades muy propias, a diferencia de las que tenían en el contexto internacional.
Una de las aportaciones fundamentales de esta hazaña artística es que los artistas pudieron integrar los elementos ideológicos del socialismo a las monumentales edificaciones de nuestra historia: los Atlantes de Tula, las pirámides de Teotihuacan, la Coatlicue y las cabezas colosales Olmecas, otra contribución primordial fue la Escuela al Aire libre que con su estilo naif contribuyeron al desarrollo de la técnica gráfica. La vinculación histórica tiene como consecuencia natural un arte dirigido a las multitudes, abierto al público, que al ubicarse en muros oficiales se vuelve patrimonio de todos los ciudadanos.
El discurso de la estética socialista se distingue por dar a conocer, más allá de las fronteras, nuevos prototipos de belleza nacional en los que el concepto de raza se confunde con el de pueblo y asimila como protagonista a obreros, campesinos, mujeres, estudiantes y niños. El paisaje rural, la flora y la fauna, y la configuración industrial del México moderno, sirven de escenario a esta concepción nacionalista, mientras se describen las faenas en las fábricas y en el campo. Así se subraya la lucha de clases, los extremos de la riqueza y la miseria, de tal modo que la estética socialista deviene portavoz de quienes se afanan por reivindicarse.
Como discurso gráfico, la estética socialista asume las movilizaciones de masas como fuerza que surge de las clases subordinadas en rebelión; se compromete asimismo con la educación popular, la construcción de escuelas rurales, las misiones educativas y las campañas de alfabetización. También recupera el valor del trabajo como justificación suprema del progreso y como medio de crear riqueza para todos, y en esa tesitura pone en relieve la figura del trabajador, del obrero, del campesino y de la mujer como parte de la vida productiva.
Para remover sus ideas y su arte, los artista se organizaban en asociaciones como la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, que en 1934 se presentó como la sección mexicana de la Unión Internacional de Escritores y Artistas Revolucionarios, fundada en 1930 en Charkov, Unión Soviética, en lucha contra el imperialismo, el fascismo y la guerra. Se disolvió la LEAR en 1937.
Un heredero directo de la LEAR fue el taller de gráfica popular, activo entre 1937 y 1977 y que tuvo entre sus más destacados miembros a Leopoldo Méndez, Raúl Anguiano, Luis Arenal y Pablo O'Higgins, la mayoría comunistas.
El socialismo tiene un lenguaje propio. muchos de sus símbolos como el puño cerrado y levantado, se conocen internacionalmente. El puño es la imagen viva de la unión entre iguales, la fuerza capaz de llevar a cabo lo que puede conseguirse de manera individual. También sobresalen el martillo y la hoz, que hermanan a obreros y campesinos. Y la bandera roja, ícono del movimiento socialista internacional.
En México se sustituye la hoz por el machete, la herramienta con la que los hombres del campo desbrozan la milpa y se abren camino en la selva. El fusil, pr su parte, evoca las luchas armadas, la guerra de Independencia y la Revolución, conflictos que en el lenguaje socialista se reconocen como "lucha de liberación nacional". El overol o uniforme de trabajo, identifica al obrero como fuerza organizada y motor del cambio social. La cruz, en cambio, tiene varias connotaciones: a veces expresa el pensamiento social de la iglesia católica, en otras se representa como un instrumento opresor del pensamiento proveniente del pueblo y por lo tanto de las ideas progresistas.
Entre los elementos naturales el sol aparece también con su carga simbólica: como principio masculino y como energía que hará despuntar el amanecer de una nueva era, la del socialismo. La tierra, por su parte, emblematiza su carácter femenino, madre fecundada por la luz solar. Y no faltan el buitre, el águila y otras aves de rapiña. Encarnan la ambición del capitalismo y caricaturizan a los ejércitos coloniales. En México se prefirió el buitre para dramatizar a estas fuerzas reaccionarias porque el águila tiene una connotación de nobleza y valentía guerreras desde nuestro remoto pasado prehispánico.
El lenguaje de los maestros de la Escuela Mexicana tocaron por un lado el realismo figurativo y por otro la transformación de los cánones tradicionales. A diferencia de otros países como la URSS, en México n se indujo a los artistas a que en sus obras se ajustaran a las exigencias propagandistas del realismo socialista. Las distintas expresiones fueron presentadas en la pintura mural, pintura de caballete, grabados, arquitectura, fotografía, etc.
Dentro del diseño gráfico de las carátulas y las ilustraciones, denotan el agreste espíritu de lucha por los derechos de los obreros, a veces sólo por la tipografía, a veces por la mera composición. A pesar de que se valen de símbolos universales, pueden reconocerse fácilmente po su carácter mexicano. En un esquema, la utilización del rojo y negro refrenda el encuentro de los contrarios, la oposición, la lucha y el coraje para no dejarse abatir por la adversidad social.
La estética socialista de la Escuela Mexicana constituye una aportación mayor de nuestra cultura al arte moderno y que sigue vigente y reafirmándose en el sitio que le ha concedido la historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario