José Guadalupe Posada fue un artista prolífico. Activo desde 1871 hasta 1912, durante ese tiempo realizó infinidad de grabados, parte significativa corresponde a trabajos para Antonio Venegas Arroyo, el editor popular más importante en México durante las dos últimas décadas del siglo XIX y la primera del XX. Para él Posada creó principalmente imágenes pensadas como ilustraciones de textos impresos en hojas volantes y cuadernos. Las características de éstos últimos conservan unidad gráfica en formato y composición, nos permiten observar la evolución del artista durante el tiempo que laboró para dicho impresor, gracias a los cuadernos podemos ver las modificaciones estilísticas de Posada en una cronología poco frecuente, el resultado sorprende, se muestra a un Posada distinto al estereotipo, más íntimo, un maestro ilustrador preocupado por el atractivo comercial de sus cubiertas, un hábil publicista precursor del diseño mexicano, quien se esmeró por conquistar la atención de un amplio sector de la población y le brindó la posibilidad de tener un bello grabado por unos cuantos centavos.
La pequeñas colecciones y series impresas por Antonio Venegas Arroyo se les denominaba, un tanto de manera despectiva, cuadernillos, por la mala calidad de su papel, formato pequeño y pocas páginas. Para el impresor eran solo cuadernos y José Guadalupe Posada ilustró durante 22 años alrededor de 300. Estas publicaciones incluían cancioneros, cuentos, sainetes, pastorelas, adivinanzas, epistolarios, colecciones de versos, manuales de cocina, muestrarios para bordados y tejidos, silabarios, oráculos, novenarios, etc. Las cubiertas realizadas por Posada les dan una común calidad visual.
Los cuadernos tenían dimensiones de aproximadamente 14 cm de alto por 9.5 de ancho; estaban impresos con tinta negra y roja, el precio de la mayoría oscilaba entre los 2 y 6 centavos. Tenían como antecedentes calendarios que se publicaban desde inicio del México independiente. Los primeros ejemplos que publicó Venegas no incluían ilustraciones significativas; lo principal era trabajo tipográfico. Fue hasta 1882 cuando el grabador Manuel Manilla comenzó a laborar para él y las publicaciones comenzaron a lucir vistosas imágenes.
Cuando Posada entró a trabajar con Venegas siguió la línea de Manilla y Venegas descuidó la calidad del papel, de impresión e incluso cometía faltas de ortografía así que recurrió a un grupo de colaboradores con ideas afines a las suyas que lo acompañaron durante décadas. Ellos adaptaron cuentos, inventaron adivinanzas, discursos, obras de teatro repletos de modismos que retomaban del mismo pueblo. Los grabados de Posada tienen gran deuda con estos escritores, ya que fueron su principal fuente de inspiración y le brindaron las bases para desbordar su imaginación.
En las portadas se se distingue que de 1890 hasta 1996 utilizó buril como herramienta para las portadas; después y hasta 1912 se limitó casi exclusivamente a la zincografía. Otro detalle es que a partir de 1908, elimina los marcos rectos y optó por uno diferente para encuadrar cada una de sus ilustraciones.
Los cuadernos reflejan los gustos y aficiones de la última década del siglo XIX y la primera del XX en la Ciudad de México, sobre todo de gente con pocos recursos que requerían de lecturas sencillas para sus ratos libres.
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