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viernes, 3 de agosto de 2012

Tipografía artesanal 1. Letra garabateada



En el diccionario define la palabra garabato como: rasgo irregular hecho con la pluma, el lápiz etc. " y "escritura mal trazada". Cuando esa palabra se escribe con vigor la torpe amalgama de sus letras se convierte en una onomatopeya perfecta y casi podemos oír su sonido gutural. Su imagen es la representación de su pronunciación y ésta es el resultado de su imagen.
Realizar el garabato adecuado "perfecto" requiere talento artístico, y para que encaje en una composición visual es necesario que lo dibuje un artista. Poseer un técnica sofisticada y un ojo despierto es esencial, ya que incluso los garabatos más burdos, emborronados y sucios están dibujados con una extraña gracia y estilo y con cierto grado de autocontrol. Puede que hablar así de trazos que se suponen absolutamente irracionales y anárquicos parezca un razonamiento forzado y sin sentido, pero es que los garabatos se usan intencionadamente en el diseño gráfico como un componente emotivo y expresivo. Cuando están bien realizados pueden ser más explícitos que el tipo de letra gótica más grueso y de mayor cuerpo.

En el diseño gráfico contemporáneo, las letras garabateadas son tanto un concepto de grafismo como una declaración filosófica. En esta era digital, en la que sólo una tecla nos separa de la perfección, las letras garabateadas son alternativa lógica a la tipografía oficial, a un diseño tan rígido y estrandarizado que resulta absolutamente previsible. Sin embargo, para dibujarlas hace falta ser meticuloso. Garabatear palabras en un boceto puede parecer diametralmente opuesto a distribuir tipos de letra Helvetica o Univers en una retícula, pero no lo es. Por el contrario, para que unas letras garabateadas queden bien es imprescindible hacer pruebas y cometer errores, así como tener el olfato necesario para intuir qué funcionará.

No todas las letras garabateadas se crean de la misma manera. La razón de que unas tengan más éxito que otras depende de las habilidades de las persona que las realiza para conseguir que unos trazos hechos al azar cobren vida. La esencia espontánea de un garabato se ve realzada por una especie de don innato que posee el artista para llegar a la belleza mediante la improvisación. 

A lo largo de la historia del diseño gráfico, el garabato se ha manifestado de tres formas distintas. La primera a través de la presencia de la mano del artista, integrando arte, diseño y mensaje en composiciones perfectas, como muestran los carteles publicitarios de finales del siglo XIX. La segunda, en el rechazo voluntario de los tipos de letras convencionales para transmitir emoción y expresión en los medios de comunicación, ya que a menudo tienen un tono tan serio como los manifiestos políticos. La tercera es simplemente económica, cuando los diseñadores no podían comprar costosos tipos de letras hechos a mano o industrialmente, tenían que recurrir a las letras garabateadas. 

El garabato escrito a mano no es solo un emblema de modernidad o un símbolo de ascetismo, es también una herramienta de la antimodernidad de la posguerra y de la posmodernidad de las décadas de los ochenta y los noventa, pues también se utilizó para ensuciar la santificada retícula moderna.

Simbólicamente la letra garabateada ha tenido aplicaciones políticas mucho más profundas que van más allá de la anarquía cultural hippie y punk (donde también los tipos hechos a mano fueron explotados) encontramos letras toscamentes delineadas en muchos mensajes, en especial en los de protesta. Durante la guerra de Vietnam se hacían pocos carteles profesionalmente. pero los que tenían una apariencia más inmediata fueron los que más influyeron en la iconografía de la época debido a su sinceridad. Tanto el grupo de huelguistas estudiantes y obreros franceses y el movimiento estudiantil en México del año 1968 fueron la quintaesencia de la rotulación hecha a propósito y mostraban unas imágenes atrevidas, aunque sencillas y unas letras garabateadas que reflejaban la estética rebelde del momento. Influenciados por el cartelismo polaco de la década de los cincuenta y sesenta, y su uso casi exclusivo de garabatos como medio de evitar la censura.
Dejando de lado el mensaje político, en el entorno actual del diseño, la mayoría del trabajo a mano no se hace tanto para crear polémica como para dar una respuesta formal a la perfección digital, algunas personas han sentido la necesidad de  liberarse de la retícula y de buscar una sublime imperfección. Prefieren la incorrección a la mediocridad predecible y conformista.

En el garabato todo es posible, si estuviera sometido a unas normas dejaría de ser un garabato. Pero todos ellos tienen algo en común: una voluntaria torpeza, se salen de las líneas y no guardan un equilibrio. Así que, por muy a propósito que se haga, lo que hace tan irresistible al garabato es ese matrimonio entre lo desgarbado o la falta de elegancia y lo pendenciero y tosco.  



Lorraine Schneider, Vietnam 1968

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