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jueves, 19 de julio de 2012

Tipografía artesanal, introducción.



Mucho antes que existiera el ordenador, los artistas y artesanos usaban un instrumento muy complejo para crear sus letras: sus manos, fueron la primer herramienta de rotulación para dibujar, tallar y grabar letras con todo tipo de formas y tamaños (letras muy precisas porque el tiempo, la tecnología y la economía así lo exigía). Aun teniendo en cuenta algunas de las letras más hermosas jamás ideadas, lo que pone de relieve la paradoja de que, tras siglos de progreso, con las nuevas tecnologías, hemos ganado pero también perdido algo. El ordenador nos ahorra las tareas más costosas y hace posible una precisión cada vez mayor, pero también ha atrofiado el instinto necesario para crear una escritura a mano hermosa y maravillosamente incorrecta.

En la década de los noventas, los diseñadores tradicionales tuvieron que aceptar las consecuencias de los nuevos medios de comunicación digitales. Entonces ya era posible realizar atrevidos experimentos tipográficos que desafiaban toda legibilidad. Se hicieron nuevas versiones de los antiguos caracteres de imprenta para adaptarlos a los nuevos modelos digitales y se crearon otros que desvelaron sorprendentes caprichos y rarezas programáticos. En aras de la libertad de expresión, se abandonaron los principios que determinaban la belleza de la tipografía. En los años noventa las distintas tipografías se hicieron casi tan populares como la música pop y pasaron a formar parte del inconsciente de los lectores. Cualquier artista o diseñador que tuviera el software adecuado podía crear y distribuir alfabetos y tipos de letras únicos, porque los ordenadores personales introdujeron la tipografía en casa. Los tipos dejaron de pertenecer al mundo de los habilidosos artesanos, aunque esa situación produjo una reacción importante: una gran variedad de escrituras a mano ingeniosas y artísticas.

A lo largo de la historia del diseño gráfico moderno, la escritura a mano ha sido la herramienta más utilizada pues, aunque sea la más rápida o precisa, es la que contiene mayor carga emotiva. La relación con directa de la mano con el papel (o la madera, la piedra o tela) la convierte en le medio más eficaz para conseguir una comunicación fluida. Sin embargo, los estilos cambian conforme avanza la técnica y a principios del siglo XX la implantación masiva de máquinas de composición tipográfica alteró la definición y amplió los parámetros del arte y el diseño. Cuando el maestro tipográfico de la Bauhaus, László Moholy-Nagy, se pronunció a favor de "un arte mecánico para tiempos mecánicos" estaba afirmando que el pasado ya no regía en la era moderna y que todos los aspectos del arte y el diseño debían transformarse para adaptarse a los nuevos paradigmas.

Los avances tecnológicos han tenido un gran impacto sobre el diseño gráfico durante todo el siglo XX. La fotografía, el fotomontaje y otras técnicas mecánicas remplazaron en mayor o menor medida al dibujo y la pintura. Los tipos de letras se volvieron más geométricos y su forma aerodinámica que denotaba velocidad y movimiento, hizo que los estilos caligráficos sobrios quedaran anticuados. En la década de los cuarenta, la llegada y adopción de la retícula como armazón como armazón imprescindible en el diseño, supuso la sustitución del eclecticismo por el racionalismo.

Las características que diferencian la composición tipográfica de la escritura a mano son que la primera es oficial y mecánica mientras que la segunda es informal y expresiva. El uso de la mano alzada hizo su reaparición en la década de los ochenta que tanto en la actualidad se inspiraban en el pasado.  Conocer la historia tipográfica ayuda a entender el gran legado de la escritura a mano y a comprender que es algo esencial para el diseño gráfico.

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