Translate

jueves, 7 de febrero de 2013

Moda y surrealismo I

Se atribuye la paternidad de la palabra surrealismo al poeta Guillaume Apollinaire, y su aparición se sitúa hacia 1917, significa "conjunto de procedimientos de creación y de expresión que utilizan todas las fuerzas físicas (automatismo, sueño, inconsciente) liberadas del control de la razón y en lucha contra los valores establecidos" 
La revolución surrealista influyó mucho en el arte, con el que el movimiento no dejó de mantener una relación ambigua. André Breton, papá autoproclamado del surrealismo, supo reunir a algunos talentos singulares entre los jóvenes aventureros preocupados por inventarle un nuevo significado a la acción de pintar. Max Ernst, Salvador Dalí, Joan Miró, Yves Tanguy, Rene Magritte, Victor Brauner, Roberto Matta y André Masson se sumaron al grupo que iba tomando forma en el París de los años veinte.
La idea de acercar la moda y su efímera frivolidad al surrealismo puso a la mujer en el corazón mismo de un proceso creativo, como atestigua Bona de Mandiargue, pintora nacida en 1926, que ingresa en el surrealismo tardíamente en los años cincuenta: "Era la primera vez que escuchaba a personas de una gran inteligencia interesarse por el papel de la mujer sin someterlo al del hombre, los surrealistas no separan la mujer de la poesía, la identifican con su propio procedimiento creativo" Ya no se trata de la musa romántica ni de la simple relación entre el artista y su modelo, sino de una verdadera sacralización del ser amado como explica Breton "Estoy, al estar cerca de ella, más cerca de las cosas que están cerca de ella".
De esta adoración perpetua al fetichismo de los accesorios o de las diferentes piezas de la indumentaria de la mujer, no hay mucha distancia. Aragon y Elsa, Max Ernst y Leonora Carrintong, Dalí y Gala, llevaron el juego bastante lejos en sus obras poéticas o plásticas, engendrando algunas incidencias notables entre sus adornos y el cuerpo de las mujeres, la costura está dispuesta a desviar para su mayor provecho el espíritu del movimiento que se nutre de todo, Así a partir de los años treinta, asimilará la vulgata surrealista en su sentido de la provocación y de las descoordinaciones sistemáticas, en el de las asociaciones libres y las rupturas subversivas... Hoy en día podríamos incluso considerar, a la vista de su evolución exponencial a lo largo del siglo XX, que la alta costura y después el prêt-à-porter creativo, en la singularidad ya no encarnada por los magos del verbo sino por las Fashion victims. Verdaderas aplicaciones prácticas de la paranoia crítica diagnosticada por Salvador Dalí como "un método espontáneo de conocimiento irracional, basado en la objetivación crítica y sistemática de las asociaciones e interpretaciones delirantes".
Así, el famoso "encuentro entre un paraguas y una máquina de coser sobre la mesa de disección" evocado por Lautréamont, se revela, en el estudio de un modisto, como una manifestación perfectamente normal y un fenómeno totalmente integrado en su proceso creativo.
Uno de los elementos recurrentes del surrealismo y que constituye, quizá, su principal pasarela hacia la moda, resulta ser, el maniquí como oscuro objeto del deseo. Aparece en las telas de Chirico a partir de 1915 como una forma abstracta, estilizada al máximo que simboliza, ante todo, una ausencia. 
A su vez, la muñeca de cera de tamaño natural de las tiendas de ropa, con su simulacro de vida, magnetiza a los surrealistas.
En 1938, durante la exposición internacional del surrealismo organizada en París en casa de los Wildenstein, se distribuyeron maniquíes de escaparate a los diferentes expositores, que se encargan de vestir a su manera estos desnudos sintéticos. Otro tipo de fantasmas son las muñecas, sobre todo las concebidas por Hans Bellmer, que mezcla trozos de trapo y encajes diversos.

martes, 5 de febrero de 2013

El corazón de Baltasar de Zúñiga y Guzmán

Baltasar de Zúñiga y Guzmán llegó a la Ciudad de México el 16 de agosto de 1716, donde gobernó como virrey de la Nueva España, a lo largo de seis años. El amor de este representante de la Corona española por la joven Constanza Téllez, hija de un cacique indígena, se dio a partir de un verdadero flechazo, ya que desde que la vio (durante una misa en catedral) su corazón no pudo vivir tranquilo; sin embargo, muy pronto se desilusionó al enterarse de que esa mujer entraría a un convento. Se cuenta que    de Zúñiga y Guzmán cayó presa del ensimismamiento, de un mutismo hosco, que era muy evidente para los demás. Fue tan grande su amor por aquella hermosa dama, que pidió permiso a la Audiencia de España para edificar un convento de monjas naturales, hijas de caciques, en el cual doña Constanza pudiera profesar. Al poco tiempo, recibió la autorización y el monasterio se construyó en tan solo 8 meses, en un lugar situado en los límites de la ciudad de ese entonces (frente a la Alameda central) cuya grandeza contribuyó con la muy noble y leal "Ciudad de los Palacios"
Entre las justificaciones que Zúñiga y Guzmán proporcionó a la Corona para la realización del proyecto, destacaba la seguridad de que el nuevo convento de Corpus Christi podría mantenerse de las limosnas y que solo albergaría de 18 a 20 monjas. El sexto año de su mandato, el virrey informó a la monarquía española que sus males no le permitirían seguir sirviendo al rey, y que recelaba sufrir ataques de hidropesía, por lo que solicitaba el envío de un sucesor. De esta manera fue que regresó a España y desde ahí dispuso en testamento que su corazón fuera enviado a la Nueva España y depositado en el presbiterio de la iglesia del convento.
En el coro de las monjas que participó en la ceremonia de recepción de la arqueta de plata, la cual contenía el corazón, se encontraba doña Constanza, convertida ya en sor Marcela del Divino Amor, un evocativo nombre. Baltasar de Zúñiga y Guzmán quien había nacido en Salamanca en 1658, murió en Madrid en 1772 a los 68 años, soltero pero convencido de que su corazón estaría siempre cerca de la mujer que tanto había amado.
Gracias al rescate arqueológico del ex Templo de Corpus Christi impulsado por el ex Jefe de Gobierno Andrés Manuel López Obrador, un equipo de trabajo del INAH y el Fideicomiso del Centro Histórico, se encontró, durante los trabajos de excavación, la arqueta con el órgano de Zúñiga y Guzmán, símbolo de su devoto amor.